Aveiro en autocaravana

Siempre hay una primera vez

Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

del blog de viajes www.siempredepaso.es

Siempre hay una primera vez para todo. También para un viaje en autocaravana. La nuestra fue hace un par de fines de semana, entre el 10 y el 13 de febrero. La idea surgió como una forma de aprovechar los días sin clase con motivo del Carnaval para hacer algo que llevábamos tiempo soñando con hacer: convertirnos en argonautas de la carretera, embarcarnos en nuestra particular «nave especial» y lanzarnos a explorar el más allá…

Así que, sin saber muy bien qué dirección tomar, nos pusimos en contacto con Iván, director de E-Vans, para calibrar posibilidades y destinos. Así fue como, enseguida, apareció la idea de estrenarnos como autocaravanistas en un viaje en torno a la localidad portuguesa de Aveiro. El argumento más convincente es que el tiempo pintaba bastante crudo en casi toda la península mientras que allí se pronosticaba más suave y con poca probabilidad de lluvia. Otros argumentos de peso fueron que llevábamos tiempo pensando en visitar Aveiro, que es todo autovía hasta allí y que, además, toda esa zona acoge con cariño el trasiego de autocaravanas que se le acercan durante todo el año.

Como os podéis imaginar -los que no habéis viajado nunca en autocaravana, claro- las dudas que se nos amontonaban eran muchas y variadas: ¿se puede parar donde quieras? ¿se pasa frío por la noche? ¿consumen mucha gasolina? ¿se conducen bien? ¿tienen agua caliente?… Todas estas y muchas más quedaron sobradamente resueltas el día de la partida, en el repaso que, al entregarte las llaves, hacen en E-Vans para que tengas claro que, en la práctica, tus únicas preocupaciones en los próximos días van a estar relacionadas con mantener como se debe los niveles de agua de la caravana: el de las aguas grises, -las que se usan para el aseo y limpieza de cacharros- por un lado, y las negras -las del inodoro químico- por otro. Ambas tienen sus testigos y, llegado el momento, basta encontrar los lugares apropiados para deshacerse de ellas. Algo que, por otra parte, resulta bastante sencillo utilizando la aplicación Campercontact, una plataforma en la que localizar los aparcamientos que frecuentan los autocaravanistas en la zona que vas a visitar y donde los usuarios valoran cosas como su cercanía a lugares interesantes, el encanto del entorno o si se dispone de servicios adicionales.

Con esta poderosa arma en nuestro móvil, el GPS debidamente programado y el teléfono de E-Vans para cualquier circunstancia imprevista que pudiera presentarse, enfilamos, tras el par de horas que tardamos en acomodar nuestro equipaje a bordo y curiosear todos los rinconcillos y secretos de nuestro nuevo hogar rodante, camino de Portugal. Un hogar, la Sunlight T64, para más señas, de cuatro plazas -dos camas dobles-, casi 7 metros de largo y 2,33 de ancho, que se conduce divinamente, por cierto.

Y así, sin más novedades, salvo despistes propios de novato, como no cerrar bien el cajón de los cubiertos y pegar un brinco al abrirse con fantástico estruendo en la primera curva a la derecha, llegamos a la frontera con Portugal.

 

Aventura en la frontera

Una de las cosas a tener en cuenta si viajáis por las autovías portuguesas es el peculiar sistema de peaje que han establecido en algunas de ellas. La reconversión de autovías gratuitas en autovías de peaje -consecuencias de la crisis, alegan- hace que los vehículos extranjeros que viajen por ellas tengan que optar por alguno de los sistemas de pago que ofrecen desde la página PORTUGALTOLLS. El más práctico, a decir de la mayoría, es el denominado EASYtoll. Consiste en que, al entrar en la autovía y en el punto de peaje, el conductor introduce su tarjeta de crédito -no débito- (Master Card o Visa) y el sistema asocia automáticamente la matrícula del vehículo a la tarjeta bancaria. A partir de ese momento, cada vez que pasemos por debajo de alguno de los numerosos arcos con cámaras distribuidos a lo largo del recorrido, el sistema carga el importe correspondiente a la cuenta asociada a la tarjeta. El talón comprobante que se emite deberá conservarse al menos durante 30 días, por si se produce algún problema con la adhesión electrónica.

El punto de peaje en la autovía A-25, que enlaza Salamanca con Aveiro, se localiza en el área de servicio Alto de Leomil, once kilómetros después de pasar la frontera en Vilar Formoso. Si llegáis a este lugar un día soleado y avanzada la tarde es bastante probable que os encontréis con que los postes del peaje os devuelven la tarjeta una y otra vez alegando un escueto «error de lectura». Y si es vuestro primer viaje con un vehículo que mide casi siete metros, no estáis muy seguros de cómo funciona exactamente el peaje portugués y lleváis solo un par de tarjetas de crédito encima, es bastante probable que a los cinco minutos estéis empapados en un sudor frío sin saber a quién rezar para desaparecer del mapa.

Tras 15 minutos en los que nos dio tiempo a probar los tres postes de peaje con el mismo resultado, es decir, viendo atónitos cómo ninguna de nuestras tarjetas era apta para franquearnos el paso hacia el más allá, y casi al mismo tiempo que empezábamos a asumir que nuestra aventura portuguesa iba a empezar y terminar en un lugar con tan poco glamur como el peaje del Alto de Leomil, un amable operario que apareció por allí se ofreció a liberarnos del bucle sin sentido en el que estábamos enredados… ¡haciendo sombra con su cuerpo sobre la matrícula del vehículo! No. El problema no era de bandas magnéticas, ni de saldos, ni de que no estuviéramos usando las ranuras adecuadas: a esas horas de la tarde el sol da justo de frente sobre la matrícula y la cámara que tiene que hacer la foto al introducir la tarjeta ve una superficie tan brillante que no es capaz de distinguir los números… Avisados estáis.

Por suerte, el resto de nuestra magnifica experiencia discurrió con muchos menos sobresaltos y muchos más goces. Lo pasamos en grande, disfrutamos mucho haciendo fotos y perdiéndonos por rincones con muchas cosas que ver. También refugiándonos de vez en cuando en nuestra casa con ruedas, jugando a las cartas después de cenar y echando a andar sin saber muy bien cuándo vendrá la próxima parada.

Aquí os dejamos, por si os sirve, un resumen de nuestras idas y venidas por el distrito de Aveiro.

 

PRIMER DÍA

Viaje entre Valladolid y Aveiro: 426 km que pueden hacerse en unas cinco horas. Aventura en la frontera portuguesa y directos a pasar nuestra primera noche en autocaravana. Escogimos el aparcamiento para caravanas situado en la desembocadura de la ría de Aveiro, en la localidad de Barra y casi a los pies de su espectacular faro, uno de los más altos del mundo, según Wikipedia (GPS: 40.643806, -8.741132). Leyendo comentarios vimos que era mucho más tranquilo que el que está situado en Aveiro, debajo del puente de la autovía. Y así es.

SEGUNDO DÍA

Amaneció algo lluvioso pero se despejó enseguida. Como al principio no hacía para pasear por Aveiro decidimos explorar Costa Nova, la estrecha península que se abre hacia el sur de Barra, entre uno de los brazos de la ría de Aveiro, por un lado, y el océano, por el otro. Esa estrecha franja de tierra se fue poblando de pescadores a lo largo del siglo XIX. Las casetas que utilizaban para guardar sus aperos de pesca y guarecer las barcas son el origen de las pintorescas construcciones que hoy resultan tan llamativas. Aquellos palheiros cuyas fachadas se caracterizaban por aparecer decoradas con franjas de vivos colores  alternando con listas blancas acabaron transformándose con el tiempo en pequeñas viviendas y después en residencias de verano. La avenida José Estevao, que corre junto a la ría, es la artería a la que se asoman las casitas más fotogénicas. Sin embargo, merece mucho la pena curiosear también las playas, en el costado opuesto. Cerca de la iglesia hay un aparcamiento de caravanas (GPS: 40.614456, -8.751963) desde el que puede accederse a la red de pasarelas de madera que permiten disfrutar de un paseo entre dunas con vistas al Atlántico.

Por la tarde, que se volvió lluviosa, dirigimos nuestra exploración hacia Murtosa, en la zona norte de la ría de Aveiro. En concreto hacia Cais do Bico, un pequeño puerto pesquero en el que, sin ajetreo turístico alguno, es posible contemplar las faenas de los pescadores en sus pequeñas barcas. También fotografiar las peculiares moliceiras, las embarcaciones tradicionales en las que se recogían las algas y el limo (moliço) de las marismas que luego se empleaba para abonar los cultivos. Las mismas que, transformadas en auténticos autobuses turísticos, recorren los canales de la ciudad de Aveiro cargados de turistas. Solo que en este puerto descansan solitarias y orgullosas luciendo las llamativas viñetas con las que las adornan sus propietarios.

Es también un lugar perfecto para la observación de aves, con vistas sobre la marisma, o recorrer las rutas ciclables que bordean la extensa costa.

En el mismo puerto, un parque brinda mesas y bancos, aparcamiento para caravanas con tomas de luz y agua gratuitas y una pequeña cafetería para lo que se tercie (GPS: 40.729529, -8.648639). Un lugar estupendo para disfrutarlo sin prisa.

 

TERCER DÍA

Con buen tiempo, decidimos emplear la mañana en recorrer la península de Sao Jacinto. Aunque está prácticamente enfrente de Murtosa, llegar hasta sus famosas dunas exige un largo rodeo que lleva por las localidades de Pardilhó, Avanca, Válega (con la fachada de su iglesia decorada de arriba a abajo con azulejos polícromos representando escenas de la Biblia) y Ovar. En esta última, justo en el arranque de la carretera que recorre la península de Sao Jacinto -N-327- se localiza una completa estación de servicio de la cadena Aqua Free en la que, entre otras cosas, se pueden depositar las aguas negras (2 €) (GPS: 40.864169, -8.657428).

Esa carretera es la que lleva, sin pérdida, hasta la punta de la barra arenosa en la que merece la pena curiosear las playas y puerto de Torreira y, al llegar a San Jacinto, la reserva natural del mismo nombre.

Por la tarde nos dio tiempo a deshacer el camino hasta Aveiro, dejar la autocaravana en el aparcamiento que hay debajo de la autovía (GPS: 40.643928, -8.659036) y disfrutar de un pequeño paseo por el casco histórico de esta hermosa ciudad, famosa por la rareza de sus canales pero también por la estupenda colección de edificios modernistas que la salpican, herencia de una burguesía que, a finales del siglo XIX, se enriqueció, sobre todo, con el comercio de la sal.

La noche decidimos pasarla en el mismo lugar de nuestra primera noche, al pie del faro.

El Faro de Aveiro (en portugués: Farol de Aveiro) es un faro situado en la freguesía de Gafanha da Nazaré, concejo de Ílhavo, distrito de Aveiro, Portugal. Es el faro más alto de Portugal y el segundo de la Península Ibérica, sólo un metro por debajo del Faro de Chipiona, Cádiz, España, y uno de los más altos del mundo. Aveiro.

 

CUARTO DÍA.

La última mañana de nuestro bautizo como autocaravaneros de pro, ya hechos por completo a nuestra condición de «nómadas autónomos», decidimos empezarla con una visita al barco-museo San Andrés (3,50 € los mayores, 2 € los niños). El barco, que puede visitarse de miércoles a domingo, formó parte de la flota portuguesa del bacalo durante 43 años y es un estupendo recorrido por  la vida cotidiana de los pescadores en alta mar… del que no pudimos disfrutar -era martes-.  Se localiza junto al Fuerte de Barra y, por supuesto, queda pendiente para una próxima visita.

Así pues, empleamos el resto de la mañana en completar nuestra visita a Aveiro y, en especial, a asomarnos al Ecomuseo Marinha da Troncalhada, junto al aparcamiento de Aveiro. Unas pasarelas y unos paneles permiten conocer cómo funcionaban y en qué consistía el trabajo en las salinas.

Y con la tarde llegó el momento del regreso a casa. A la otra. La que no tiene ruedas ni puede moverse. Llegó el final de una aventura que, como insisten todos cuantos la prueban, engancha. Y así es.

Marta y Mar. Vida a bordo autocaravana T64 viaje a Aveiro.

Ah! por cierto: no, no se pasa ningún frío por la noche. Las caravanas tienen una estupenda calefacción de gas propano que mantiene la temperatura perfectamente. Sí, se puede parar donde quieras siempre que haya sitio y esté permitido, claro. Aunque para pernoctar se recomienda hacerlo en lugares frecuentados por otros autocaravanistas. Se conducen perfectamente -tanto que luego las extrañas cuando coges tu coche-. Tienen agua caliente. Y nuestro consumo medio, en los cerca de mil kilómetros que hicimos fue de 11,6 litros a los 1oo.

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